MI PROBLEMA DE ADICCIÓN A LOS VIDEOJUEGOS (I)

En esta primera parte dedicada a los videojuegos que más me han enganchado a lo largo de mi vida, voy a comentar ese monumento a la jugabilidad que es el Super Pang. ¿Quién conoce un juego más adictivo que este? ¿El Tetris quizás? Yo creo que no.
Si no, ¿cómo puede ser que cada vez que veo un salón recreativo con esta máquina tenga que entrar a echar una partida? En Sancho el Fuerte hay uno en el que la tienen, y siempre que paso por ahí y tengo tiempo, juego la partidilla de los cojones. Tiene su parte mala, porque como todos ustedes sabrán, nuestros salones recreativos son verdaderos criaderos de proyectos de Nengs de Castefa. Y cada vez que entro me pregunto si no me estaré equivocando de aficiones, pero es ver las putas bolas saltarinas y se me queda el cerebro en blanco. De vez en cuando a uno le gusta regodearse en su inmadurez, y si hay que rodearse por unos minutos de todos esos admiradores de los Latin Kings, pues qué se le va a hacer.

El otro problema que tengo, es que nadie me llama nunca por teléfono (con estas aficiones es normal no tener amigos...), pero es empezar la partida, y comenzar a sonar el jodío móvil. Y las recreativas no tienen botón de pausa, amigos.
Esta adicción se remonta a unos doce o trece años atrás, desde que pusieron la máquina en un bar de mi barrio. A la tierna edad de 10 años ya jugaba mis partidillas, con resultados bastante pobres. Después de todos esos años, todavía no me la he conseguido pasar sin continuar. Pero me llego a la última pantalla y hago tropecientos millones de puntos. Algún día me la pasaré, y cuando ese día llegue, vosotros sabréis que mi nombre es Yaveh, y que mi furia caerá sobre vosotros con ira. Mierda, se me ha vuelto a ir. Mis pastillas, ¡¿dónde están!? Señor doctor, ayúdeme!!